EL RECICLAJE NO ES MAGIA
- Marta Restrepo
- Aug 1, 2024
- 7 min read
Updated: Nov 18, 2024
El reciclaje es una de las estrategias más socorridas para lidiar con la basura, y la que tiene más prensa hoy por hoy. Sobre ella, quisiéramos en primera lugar, transcribir las palabras de Annie Leonard en su libro Historia de las cosas, que resumen lo paradójico del asunto: “El reciclado puede ser un arrullo tranquilizador que nos persuade de haber hecho nuestra parte cuando en realidad nada ha cambiado. Y también puede desempeñar un papel importante en la transformación hacia una economía más sostenible y más justa”. Una apreciación muy ponderada, habida cuenta del abuso que, en el imaginario popular, se hace de dicha práctica. No hay duda que el reciclaje puede ayudar a paliar el problema de la basura si se asume con las debidas precauciones y salvedades, y no como el recurso primero y último que automáticamente nos sacará del atasco.
Muchas personas creen que la técnica del reciclaje representa para el medioambiente una especie de pase mágico por el que las cosas quedan restituidas en su ser primigenio, que sólo es chasquear los dedos y ¡voilá! La prueba es que cuando instamos a alguien a no despilfarrar tal o cual recurso, la respuesta frecuente es un desenfadado “eso se recicla” con el que se nos invita a usar y derrochar sin reparo, pues el objeto o recurso en cuestión puede fácilmente ser traído de nuevo a la vida por medio del reciclaje. Muy lejos de la realidad.

Cuando la práctica del reciclaje se analiza en profundidad, entonces queda claro que no se trata de magia, que no es como que si se recicla ya no hay problemas ambientales. Todo proceso de reciclaje es un proceso de transformación de materia, es decir, es un proceso físico-químico que consume recursos y genera residuos y, en consecuencia, presiona la capacidad de fuente y la capacidad de vertedero de la naturaleza*. Para verlo más claramente, tomemos grosso modo el reciclaje del papel en tres de sus etapas principales: recolección, lavado y secado.
Empecemos por el acopio del material. En primer lugar, todo residuo de cartón o papel debe ser transportado a la bodega de reciclaje desde la fuente o lugar donde se produce, bien sea en el vehículo de quien lo desecha o en el camión recolector de la bodega recuperadora y, de allí, previa clasificación y embalaje, a la fábrica recicladora de papel propiamente dicha para su transformación, en vehículos de carga pesada. He aquí un primer recurso utilizado: el combustible. O sea que, por cuenta de ese transporte, ya tenemos un consumo energético además de una generación de residuos representada en la huella de carbono (CO2) liberado a la atmósfera.

El segundo gasto energético viene en la planta procesadora, cuando esos residuos de papel y cartón son depositados en una especie de tolva mezcladora o licuadora gigante llamada hidropulper y sometidos a un lavado o centrifugación para retirar las partículas o elementos ajenos a la fibra como arenas, lacas, alambres, cuerdas y demás. El consumo energético de un hidropulper con capacidad de 800 toneladas/día y una potencia de 1600 Hp (caballos de fuerza)[1] es de 1200 kw (kilovatios), lo que equivale a tener encendidas 20.000 bombillas de 60 vatios por 24 horas, con su consecuente huella ambiental. Que la energía eléctrica, a diferencia del combustible, no genere CO2, no significa que las hidroeléctricas al interrumpir el curso de un río y crear el desbarajuste que crean en un ecosistema, no tengan su propio impacto y, bien grande, en la naturaleza.
Pero la huella ambiental del proceso de lavado o depuración del reciclaje de papel no es sólo energética; se usan también aquí grandes cantidades de agua al igual que sustancias químicas como soda caústica, peróxido de hidrógeno y tensoactivos para poder que las fibras vegetales del papel (celulosa) se rompan y así separarlas de impurezas y tintes. Aunque el agua utilizada es, por lo regular, recirculada, esa recirculación implica por sí misma la implementación de un proceso de depuración químico o mecánico que permita usarla de nuevo, o sea, otro tanto en gasto de energía y recursos[2].
El proceso de lavado y centrifugación, por su parte, arroja dos cosas: una fibra o pulpa vegetal reciclada, y un residuo llamado lodo papelero. En cuanto a la fibra o pulpa vegetal, ésta es adicionada con nuevos químicos como hidrosulfuro, peróxido de sodio o de hidrógeno, u otros alternativos como el dióxido de cloro[3] para someterla a un proceso de blanqueamiento y refinamiento, todo lo cual supone más descargas y vertimientos a la atmósfera. Seguidamente, dicha pulpa es propulsada a unas mallas a través de las cuales empieza a escurrir agua y a formarse como una hoja de papel muy húmeda y de baja resistencia. Esta hoja de papel es luego prensada en unos rodillos desecadores a una temperatura de alrededor de 120°c hasta secarse por completo. Posteriormente, viene el proceso de calandrado o emparejamiento que tiene como resultado una hoja o pliego de papel reciclado. De manera que esta fase del proceso no sólo consume agentes químicos, sino energía eléctrica y también térmica; ésta última, procedente de calderas, con su propia huella ambiental representada en la quema de material fósil, o sea más liberación de CO2[4].

Respecto al lodo papelero que es el residuo resultante, hay que decir que, en una empresa medianamente grande, puede ascender a 20 toneladas o más por día. Su composición, además de los remanentes y tintas, consiste principalmente en fibras de muy corta longitud, que cada proceso de reciclaje acorta aún más hasta hacerse completamente inviables para ser recicladas, por lo que se requiere agregar pulpa virgen para incrementar sus propiedades de resistencia. Resulta interesante constatar que en muchos procesos de reciclaje y, muy especialmente, en el del papel, se produce un desgaste o acortamiento de la fibra o pulpa que la hace menos apta para formar enlaces y consecuentemente una nueva hoja de papel, razón por la que no alcanza a superar en número los cuatro o cinco ciclos de reciclado. De allí que el reciclaje industrial del papel implique una continua pérdida de materia.

Ya en lo tocante a su disposición, el reto ambiental que plantea el lodo papelero es evitar que por gravedad se cuele aguas abajo y se esparza por todo el ecosistema contaminando lo que encuentre a su paso. Para evitarlo, debe ser enterrado en rellenos sanitarios o terraplenes de nivelación topográfica, lo cual es mejor que simplemente dejarlo correr; aunque igual constituye una contaminación de la tierra, “menos lesiva” porque se deposita en un punto específico pero que, acaba, por efecto de la lluvia, colándose al interior de los suelos.
En los últimos años se ha buscado aprovechar esos lodos en la fabricación de moldes para el empaque de huevos, caso en el que podemos hacer el mismo análisis: energía, tintes, consumo de queroseno en el horno de secado y demás. La fabricación de dichos empaques tendrá su propio gasto energético y de recursos e implicará una posterior generación de residuos una vez las cajas hayan cumplido su ciclo de uso.

Puede decirse, y con toda razón, que el reciclaje del papel ahorra toneladas de agua y energía mientras evita la tala indiscriminada de bosques, y es cierto; pero que igual impacta la naturaleza negativamente, la impacta. Y es eso lo que tenemos que aprender a leer en las cifras. Según la Agencia Federal de Medioambiente de Alemania (y estamos hablando de un país con políticas ambientales muy eficientes), la producción de papel reciclado ahorra una media del 78 por ciento de agua, el 68 por ciento de energía y el 15 por ciento de emisiones de CO2 en comparación con el papel fabricado con la llamada pulpa primaria, normalmente madera[5]. Una buena noticia, recibida con júbilo por parte de los consumidores, pero sin duda, necesitada de análisis ulteriores; porque cuando un dato se da en términos de ahorro, entonces parece como si todo fueran ventajas. Si le diéramos la vuelta al dato y, en lugar de decir que el papel reciclado ahorra un 78% de agua, dijéramos que gasta un 22% de agua que es lo que en realidad hace, y un 32% de la energía normalmente utilizada, y que además genera un 85% de las emisiones de CO2 usadas en la fabricación a partir de pulpa virgen (cualesquiera sean las cifras y sabemos que son muy grandes), entonces la cuestión aparece en su justa dimensión: el reciclaje ayuda a ahorrar, pero de ninguna manera evita el gasto. Si -por poner un dato al azar de los que pululan en internet- producir una tonelada de papel, gasta 17 árboles… cuando decimos que reciclar papel salva 12 árboles, lo que en realidad estamos diciendo es que gasta 5. Y 5 árboles talados son los suficientes para comprender que reciclar el papel no es la práctica que realmente cuida la naturaleza.
De suerte que afirmar que una cosa daña menos, no es lo mismo que decir que no daña. Claramente daña de todos modos. Lo propio podríamos decir de cada proceso de reciclaje. Hay que tener claro que cada uno tiene asociados sus propios problemas y secuelas ambientales; cada uno consume mayor o menor cantidad de energía, de agua, de materia prima, al tiempo que genera su propia toxicidad, vertimientos y emisiones. Hay muchas iniciativas de reciclaje intensivas en materiales e insumos como energía, tintes, esmaltes, pegantes, solventes, adhesivos, etc… que a su vez generarán su propia huella negativa tanto en su fase de producción como cuando el producto reciclado acabe su vida útil. De modo que lo más importante a tener en cuenta a la hora de reciclar, es que la huella ambiental dejada por el residuo reciclado no vaya a ser peor que la que dejaría simplemente tirarlo. En estos casos puede resultar preferible no reciclar el residuo que ahondar el daño.

Todo lo anterior, no es con el fin de que dejes de reciclar. Todo lo contrario, recicla todo lo que puedas, pero ten presente que esa no es la opción más eficiente a la hora de cuidar el ambiente, ni la primera a seguir. Así que no nos apuremos tan alegremente a derrochar con la excusa de que “eso se recicla”. Se requiere construir un orden lógico en torno a lo que verdaderamente resulta más ecológico, ambientalmente más adecuado. Ese orden ya ha sido enunciado: reducir, reutilizar y reciclar; ese es el tema de nuestra próxima editorial.
[1] https://sf-paper-machinery.en.made-in-china.com/product/SEcYMoxdgnrb/China-15m3-D-Type-Hydrapulper-Hydraulic-Pulper-for-Pulping-Equipment.html
[2]file:///C:/Users/Marta%20Restrepo/Downloads/Dialnet-MetodosUtilizadosEnElDestintadoDePapelDesperdicioA-5001688%20(1).pdf
*ver glosario
Comments