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EFECTO INVERNADERO

Updated: Jul 22

¿Has estado alguna vez en un invernadero? Si no has estado, seguramente lo has visto de lejos o en fotografías; son esas estructuras cerradas o semicerradas en vidrio o en plástico (polietileno, policarbonato) que crean condiciones climáticas óptimas para el cultivo de frutas y verduras, disminuyendo la necesidad de usar químicos y pesticidas. Una característica muy frecuente en los invernaderos es el calor que sientes dentro de ellos. Ello se debe a que la luz del sol atraviesa el material transparente calentando el suelo, las plantas y el aire al interior. Una vez absorbida la radiación solar, el suelo la remite o devuelve en forma de radiación infrarroja (ondas caloríficas, energía invisible al ojo humano pero detectada como calor) que no puede escapar porque el vidrio o plástico actúan como una barrera, lo que crea una atmósfera interna más tibia que la temperatura externa.


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Así como en los invernaderos, cuando se habla de calentamiento global y de efecto invernadero, se alude también al aumento de la temperatura de la Tierra causado por la presencia de gases compuestos de carbono (gas carbónico, monóxido de carbono, gas metano), que absorben el calor del sol y lo retienen en forma de ondas caloríficas en la superficie terrestre impidiendo su disipación nuevamente al espacio. Entre más gases de efecto invernadero -entre más moléculas compuestas de carbono- haya en la atmósfera, más actuarán como el plástico protector de un invernadero, y más caliente se tornará la Tierra afectando a todos los ecosistemas que necesitan ciertas temperaturas para mantenerse en balance.




Antes de decir algo más sobre el carbono, tenemos que advertir que es uno de los elementos más importantes y abundantes de la naturaleza, y aquel de que se compone la estructura (biomasa) de todos los organismos, siendo indispensable para la vida tal y como la conocemos. Debemos recordar además que su unión con el oxígeno para formar gas carbónico, fue lo que posibilitó entibiar nuestra atmósfera que, sin dicho gas sería aproximadamente de -18C°, una temperatura por completo hostil para la vida. Por cuenta de los gases de efecto invernadero, la temperatura aumenta unos 33°C para llegar hasta los 15°C que tenemos en promedio. De suerte que se trata de un elemento absolutamente natural y necesario, cuyo problema no es su abundancia, sino dónde se encuentra y en qué proporciones.


Para entenderlo mejor, veamos un poco acerca del circuito que describe el carbono en la naturaleza. El carbono es un elemento químico que se encuentra tanto en el aire, como en el agua, el suelo y los seres vivos, realizando un tránsito continuo entre uno y otro, en lo que se conoce como el ciclo del carbono. El ciclo del carbono incluye dos subciclos: el biológico (superficial) y el geológico (profundo). En el ciclo biológico, la biosfera -toda la esfera de seres vivos- absorbe carbono y posteriormente lo devuelve mediante tres funciones vitales: 1.fotosíntesis (las plantas verdes transforman el dióxido de carbono en carbohidratos y oxígeno por medio de la luz solar), 2.respiración (las plantas reabsorben oxígeno y liberan dióxido de carbono, lo inverso de la fotosíntesis) y 3.descomposición (las bacterias descomponen excrementos y cadáveres convirtiéndolos en carbono orgánico que se irá acumulando en la corteza terrestre en forma de combustibles fósiles). 




El ciclo geológico, por su parte, que toma millones de años, es el del carbono que se encuentra en la corteza terrestre conformado por restos de organismos sedimentados (plantas, animales, algas, bacterias, plancton) que sometidos a las altas presiones y temperaturas se convirtieron en carbón, petróleo y gas natural. Así que la relación entre el ciclo biológico y el geológico -entre el superficial y el profundo- se da principalmente a través de la actividad volcánica y la sedimentación. En la actividad volcánica se lleva carbono de abajo hacia arriba durante las erupciones (carbono que las plantas transforman en su propio ser o biomasa durante la fotosíntesis), y en la sedimentación se lleva carbono de arriba hacia abajo a través de la decantación de plantas y cadáveres de animales que se van hacia el fondo de la corteza terrestre, quedando guardados durante millones de años hasta convertirse en los llamados combustibles fósiles. 


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Pero en la actualidad “la actividad humana ha empezado a pasar carbono del ciclo profundo al superficial rápidamente al extraer esos combustibles fósiles de la corteza terrestre y quemarlos en la superficie, acabando este en la atmósfera en forma de gases. Según se calcula, el flujo de CO2 a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles es dos órdenes de magnitud mayor que la cantidad de CO2 que emiten los volcanes” (cien veces mayor). Cristina Romera. Antropocéano, Espasa: 2022, p.65




Sin embargo, el efecto invernadero no se debe únicamente a la explotación de carbón, petróleo y gas. Ese es apenas un renglón, pero no él único, ni el más importante. Existen factores antropogénicos (originados en la actividad humana) que inciden en la generación de gases de efecto invernadero con el mismo poder de sobrecalentamiento, que abarcan toda la cadena de producción tales como la tala de bosques, la expansión agrícola, la agricultura química, la industria de la construcción, la minería, la producción de cemento y los gases refrigerantes entre muchos otros. Según informe de las Naciones Unidas, por ejemplo, la ganadería produce más gases contaminantes que el transporte* (https://es.news.un.org/es/story/2006/11/1092601), otro ejemplo son los gases fluorados presentes en subestaciones eléctricas, aires acondicionados, sistemas de refrigeración y extintores, con un Potencial de Calentamiento Global (GWP) muy elevado, considerados el  tipo más potente y persistente de gases de efecto invernadero emitidos por actividades humanas, paradójicamente creados como sustitutos de sustancias que destruyen la capa de ozono  Emisiones de gases fluorados | US EPA



Resulta evidente que el consumismo desmesurado está poniendo en jaque los balances de la naturaleza, y con ellos la pervivencia de las especies; el fin de la vida en el paraíso y el comienzo de la lucha por sobrevivir. Pero ese final es algo que vemos lejano e incierto, como si no fuera con nosotros. No hay manera de pensar en la escasez cuando todavía se está en medio de la abundancia. A veces hay que tocar fondo para saberse verdaderamente involucrado. Ojalá los tiempos den, y el sentido común prime sobre la insensatez, ojalá tengamos la cordura para priorizar el auténtico bienestar por encima del derroche y la acumulación.


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