Ā ĀæQUIĆN CARGA CON TU BASURA?
- Marta Restrepo
- Jun 14, 2024
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"Vivir al lado de este monstruo es como vivir en el infierno. No se puede comer. Si usted se sienta con una papa o un pedazo de carne, lo primero que come son moscasā*. Es difĆcil ignorar el S.O.S. oculto en una declaración como Ć©sta. Casi se puede experimentar la revulsiva sensación de tener un cuerpo extraƱo y viviente en la boca, y la tremenda impotencia, rabia y frustración de quien estĆ” inmerso en una tragedia insoluble que igual le supera en magnitud. Si el acto mĆ”s simple y sagrado para todo ser vivo es ingerir su alimento, y Ć©ste se ve envilecido y estropeado por la presencia de plagas que lo sabotean y corrompen ĀæQuĆ© es entonces la vida en ese lugar? Un infierno, ciertamente.
Cada dĆa miles de personas en paĆses desarrollados y no desarrollados tienen que soportar pasivamente las consecuencias de vivir en barrios y poblados aledaƱos a las inmediaciones de un relleno sanitario. Un destino que nadie quiere para sĆ, pero que por una u otra circunstancia muchos tienen que enfrentar y padecer cotidianamente con todos sus corolarios. CuĆ”ntas y cuĆ”les son las secuelas de vivir en una atmósfera cargada de gases pĆŗtridos, es algo que conocen bien los directamente afectados; desde enfermedades cutĆ”neas, oftĆ”lmicas y respiratorias hasta gastrointestinales y urinarias, componen el cuadro que, segĆŗn cifras**, son comĆŗnmente atendidas en los hospitales y puestos de salud de las localidades perifĆ©ricas. Claro que una cosa es decirlo y convertirlo en una estadĆstica, y otra muy distinta padecerlo. Tener que usar gafas oscuras y tapabocas todo el tiempo en tu barrio y en tu propia casa para evitar que el aire contaminado afecte tus pupilas y te arda en la garganta, es estar muy lejos de tener una vida digna; es sencillamente estar siendo vĆctima de una decisión ajena que te condena a vivir en condiciones infrahumanas consumiendo lentamente tu salud sin que puedas hacer nada para remediarlo.
Y a esta muerte lenta se le pueden sumar aun otras mĆ”s contundentes, las muertes por conflagraciones, deslizamientos y derrumbes provocados por el invierno, que falsean grandes porciones del relleno y se precipitan a los rĆos taponĆ”ndolos, llevando a su paso a los lugareƱos desprevenidos. Todo un drama social y humano que hace que la conexión con la tierra se convierta en una tragedia y una fuente constante de zozobra, desdicha y vergüenza para sus moradores; porque el terruƱo que otrora fue el hogar en el que transcurrió felizmente la niƱez y el patrimonio que los padres legaron a los hijos y a las generaciones futuras, es ahora un terreno corrompido, con una atmósfera viciada, un lugar aborrecido e insufrible en el que se tienen que quedar porque sencillamente nadie mĆ”s lo quiere habitar, ni visitar, ha perdido todo su valor comercial y sentimental. De suerte que el problema no es solamente que los vecinos de los rellenos sanitarios estĆ©n padeciendo las consecuencias insalubres de la basura, estĆ”n siendo ademĆ”s revictimizados al ser social y económicamente segregados, como si no fueran ellos precisamente las vĆctimas y quienes silenciosamente cargan con los efectos del accionar colectivo.
Es difĆcil apreciar la magnitud de nuestras acciones cuando sus resultados se producen lejos de nuestra vista y a varios kilómetros de distancia. Enviar camiones cargados con miles de toneladas de basura al relleno sanitario cada dĆa, puede parecer la acción mĆ”s trivial e incluso cĆvica del mundo en cuanto impide que las calles y la ciudad en general naufraguen en la basura, pero tiene unas consecuencias y un lado oculto que nadie se atreve a mirar: el hecho claro de que la basura se estĆ” acumulando mientras pone en jaque grandes sectores de la población. Claramente, la basura no desaparece porque ahora mismo no estĆ© haciendo parte de tu paisaje, porque no la estĆ©s viendo en tu calle; estĆ” en otra calle, haciendo parte de otro paisaje, perturbando la vida cotidiana de otras personas, afectando su salud, afligiendo su mente, ensombreciendo su futuro.
Empezar por el drama humano es una buena forma de empezar a visibilizar un problema en tanto que, como humanos, tenemos la posibilidad de empatizar con Ć©l, de sentirlo como nuestro. Hoy, muchas comunidades claman No mĆ”s relleno sanitario en tal o cual lugar o poblaciónĀ deseando que las autoridades tomen cartas en el asunto y se lleven el tormento a otra parte. Tenemos que ser capaces de escuchar su clamor y sentir su dolor porque sin duda estĆ”n sufriendo, y temen con razón las nefastas consecuencias de esa oscura acumulación de residuos; pero tenemos que aguzar aun mĆ”s el oĆdo para escuchar el mismo clamor en el futuro, el de las comunidades venideras que van a sufrir las consecuencias de su reubicación en otros lugares; debemos tener la sensibilidad para adivinar que en cualquier lugar donde Ć©ste se reubique tendrĆ” las mismas y funestas implicaciones. AsĆ que la consigna acertada es No mĆ”s relleno sanitario en ninguna parte. No podemos trasladarle a nadie esos padecimientos y esa desazón. No podemos tolerar como sociedad que otras personas carguen injustamente con las consecuencias de nuestro consumo. Requerimos acciones inmediatas de parte de las autoridades, de los operadores del servicio, de los industriales y comerciantes, de los ciudadanos en masa, demandamos un cambio de chip para dejar de envenenar la tierra y a sus habitantes, un cambio que se puede hacer con sólo tener la voluntad de hacerlo.
Por el momento, y mientras esas acciones colectivas llegan, hazte cargo de tu parte. Empieza por preguntarte cada dĆa camino al shut de basuras de tu edificio o conjunto, o simplemente al dejar tu caneca llena de desperdicios en la acera, a quiĆ©n le estĆ”s mandando enfermedad, segregación y dolor. PregĆŗntate a quiĆ©n estĆ”s poniendo a cargar con las consecuencias de tu consumo, y seguidamente pregĆŗntate cómo podrĆas evitar ese resultado. He ahĆ un buen comienzo para empezar a solucionar el problema.
*Testimonio de un vecino de DoƱa Juana, el relleno sanitario mƔs grande de Colombia.