El término sanitario proveniente del latín sanitas que significa sano, de buena salud, hace relación a la sanidad o higiene como elemento precursor de toda condición saludable. En ese sentido, y aplicado a la gestión de basuras, un relleno sanitario representa una opción higiénica respecto de sus predecesores, los arcaicos vertederos y estercoleros, la matriz a cielo abierto en que las sociedades preindustriales “resolvían” el problema de su basura.
Si se nos pidiera describir un relleno sanitario en pocas palabras, diríamos que es una gran bolsa de basura subterránea en la que los residuos se mantienen “aislados” del mundo exterior, y a la que se instalan aberturas y chimeneas que le permitan liberar lixiviados (jugos pútridos de la basura) y gases que, de otra manera, podrían generar incendios y explosiones.
Por supuesto, se trata de una excesiva simplificación. Los rellenos sanitarios son complejas obras de ingeniería que comienzan con un estudio de suelos para determinar su viabilidad e impacto ambiental. Para describirlos, voy a permitirme entrar en cierto detalle con el objeto de apreciar lo que está en juego cuando hablamos de opciones saludables en el manejo de basuras. Así que si quieres enterarte de qué está pasando con tu basura, regálate unos minutos para ver lo que hay detrás.
En primer lugar, existen varios modelos de rellenos sanitarios (tipo área, tipo trinchera, tipo pendiente) dependiendo de la topografía del terreno y de la distancia a que se encuentren los acuíferos o aguas subterráneas de su instalación, pero todos ellos implican un movimiento o excavación de tierra para la creación de celdas o depósitos para albergar la basura. De manera que lo primero es proceder a la impermeabilización del suelo a fin de mantener convenientemente aislados los residuos; todo lo cual se logra superponiendo diversas capas de arena, geomembranas (lámina sintética impermeable de alta densidad, resistente a químicos y a la exposición solar, para la contención de fluidos) y material geotextil (malla flexible y porosa compuesta por fibras sintéticas con gran resistencia a la perforación y la tracción, que ayuda a drenar líquidos) sobre su superficie.
El llenado de las celdas, por su parte, se hace mediante capas de basura eficientemente compactadas y cubiertas con tierra y arcilla, lo cual redunda en su vida útil. Entre más compactos los residuos, más vida útil tendrá el relleno sanitario, pues más basura podrá albergar. La compactación y cubrimiento de los residuos, tiene también el propósito de evitar la entrada de aire y agua lluvia de modo que la basura permanezca lo más seca posible, evitando pudrición y mayor generación de gases y lixiviados. Con ese fin precisamente es que se construyen canales perimetrales para captar el agua en las márgenes del relleno, impidiendo que vayan directamente a su centro.
De igual modo y dado que los rellenos sanitarios albergan el más variopinto y nauseabundo tipo de residuos, cuentan también con un importante sistema de filtración y drenaje para conducir por medio de una pendiente dichos lixiviados hacia el exterior, impidiendo su filtración en el subsuelo. Las tuberías subterráneas se encargan así de canalizarlos y verterlos a una piscina externa igualmente impermeabilizada, en la que se airean para acelerar el proceso de degradación de la materia orgánica.
Como parte del monitoreo de los vertimientos líquidos, a ambos lados de las celdas se instalan unas tuberías o pozos de control para verificar que las aguas subterráneas no se estén contaminando con los lixiviados. Puesto que la materia orgánica produce a su vez biogás o gases vertedero (dióxido de carbono principalmente y trazas de monóxido de carbono, mezcla de metano, sulfuros, benceno, cloruro de vinilo, etc…), los rellenos sanitarios cuentan así mismo con chimeneas diseminadas por toda su superficie para su salida y disipación, evitando posibles explosiones y conflagraciones. Una tarea minuciosa para evitar contener un problema de tan vastas proporciones. Sólo tienes que pensar en el olor de tu bote de basura y sumarlo con el de los miles de habitantes de tu ciudad, para que pálidamente te imagines el hedor y la contaminación con la que se lidia en un relleno sanitario.
Cuando se considera que el relleno ha terminado su vida útil, esto es, ha llegado a la altura proyectada, se da paso al proceso de clausura colocando una capa de arcilla de gran espesor como cubierta, y sobre ésta una segunda capa de tierra negra. Por último, se cubre con césped o cobertura vegetal para darle una apariencia natural. Se monitorea durante un periodo de aproximadamente veinte años, dando lugar al respectivo asentamiento del terreno, y finalmente se procede a su posclausura o destinación final como parque recreacional, jardín botánico o área de estacionamiento.
De esta manera, se cumple el objetivo de los rellenos sanitarios y su promesa de mejoramiento ambiental que consiste en mantener la basura lo más aislada y hermética posible a fin de evitar la contaminación de aguas y suelos, así como la diseminación de plagas y enfermedades. Un objetivo plausible que cualquiera puede suscribir desde el punto de vista teórico; el problema es, qué tan factible es de llevar a la práctica, valga decir, qué tan fácil es mantener un material altamente contaminado indefinidamente confinado en un espacio artificial.
Lo que muestra la experiencia en múltiples lugares y circunstancias, es que la inmunidad del objetivo está más allá de toda expectativa razonable dada las proporciones del fenómeno. La razón es clara: todos los rellenos sanitarios pierden líquido independientemente de qué tan bien construidos estén.
La pérdida de líquido (lixiviados) puede darse de dos maneras, por el efecto bañera o por daño en los revestimientos. En el primer caso se trata de un rebosamiento de las celdas o cámaras a consecuencia del taponamiento de los ductos de recolección, o bien del excesivo nivel de precipitaciones. Cuando la pluviosidad (cantidad de lluvia) supera los límites corrientes, no hay canales ni ductos que puedan contener su desborde y allí es evidente que el agua traerá consigo toda la podredumbre y tóxicos que encuentre a su paso. La lluvia, a pesar de todas las precauciones tomadas, se cuela por cualquier intersticio, mezclándose con todos los remanentes, escoria y desperdicios emanados de la basura. Piénsese en los residuos de tintes, pesticidas, medicamentos, maquillaje, solventes, metales pesados de las pilas, restos orgánicos y demás, que el agua lluvia potencia y recoge a su paso hasta producir el putrefacto y peligroso caldo que propiamente llamamos lixiviado que, más tarde o más temprano, terminará colándose en la tierra y en los acuíferos que están en su interior.
El segundo evento de pérdida de líquidos en los rellenos sanitarios tiene que ver con el material de que están hechos. Ciertamente la industria de los sintéticos ha alcanzado un desarrollo astronómico en cuanto a resistencia de materiales se refiere; éstos resisten la tracción, la luz solar, los ácidos, y un sinnúmero de cosas más; pero ¿por cuánto tiempo? ¿Cuántos años, décadas o siglos durará antes de romperse definitivamente? No hay nada, nada… que el paso del tiempo no pueda corroer. Cualquier material está sujeto al deterioro, a la degradación, a la consunción. Lo que hoy parece impenetrable, con el paso de los años se revela poroso, lo más sólido se vuelve deleznable; con mayor razón los revestimientos de los rellenos sanitarios que están permanentemente expuestos al embate de los objetos cortopunzantes y a los materiales corrosivos presentes en la basura así como a la actividad de los roedores y la fauna silvestre, los movimientos telúricos y los vientos huracanados.
Es ingenuo creer que un armazón de esas proporciones y características va a permanecer sellado y aislado perpetuamente; mucho más cuando lo que se está poniendo en riesgo son los acuíferos que, pueden resultar contaminados con sustancias letales como arsénico, mercurio y amoníaco entre otras, y cuya renovación tarda miles de años, siendo la reserva de agua dulce más importante que tenemos frente al colapso de los ríos. Sin duda, que estamos empeñando el futuro.
Esto en lo que tiene que ver con líquidos. Hablemos ahora de los gases. Los rellenos sanitarios están llenos de compuestos orgánicos volátiles (COV), que son sustancias químicas tóxicas e inflamables que se evaporan a temperatura ambiente, y que al ser inhalados generan desde irritación ocular hasta diversos tipos de cáncer. Los restos de pinturas, solventes, pegantes, pesticidas y demás, despiden vapores que afectan notoriamente la salud de las comunidades adyacentes a los depósitos municipales de basura. Cuanto impacta la basura, la calidad de vida de las personas que diariamente se tienen que enfrentar a ella sea como recolectores, recicladores o vecinos de un basural, es algo sobre lo que aún no se ha tomado suficiente consciencia.
Ahora bien, de entre todos los compuestos orgánicos volátiles, el más frecuente en los rellenos sanitarios es el metano. Proveniente de la materia orgánica en descomposición, es un poderoso gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2. Según expertos, frenar las emisiones de metano ralentizaría en gran medida el cambio climático. O sea que además de la ganadería y el pastoreo, la industria automovilística y la explotación de hidrocarburos, los rellenos sanitarios cumplen también su cuota en lo que se ha dado en llamar calentamiento global.
Por todas estas razones, podemos afirmar que acopiar la basura en canecas y camiones para después llevarla al relleno sanitario, lejos de ser la solución del problema, constituye un aplazamiento del mismo, equivale a barrer la casa y meter la basura debajo de la alfombra de donde tarde o temprano volverá a nosotros multiplicada. Multiplicada porque sustancias, escombros y fragmentos que en principio no eran venenosos o nocivos, lo serán por efecto de su mezcla indiscriminada con productos que sí lo son, aumentando grandemente su impacto.
Supongo que a esta altura ya habrás visto lo inútil y poco conveniente que resulta esconder la basura bajo tierra. Una solución ambientalmente disonante y además poco estética. Pues, aun si funcionara, si los materiales no sufrieran corrosión ni degradación ni estuviéramos en riesgos de generar contaminación incontrolada a gran escala, la estrategia de acopiar la basura, enterrarla y maquillar luego la superficie como diciendo aquí no ha pasado nada, es hacer lo mismo que hacen nuestras mascotas felinas. Hay algo muy inquietante y desagradable en pensar que caminamos sobre montañas de escombros, podredumbre y veneno. De suerte que si la etimología latina del término sanitario remite a salud, los rellenos sanitarios son todo, menos saludables.
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